lunes, 16 de abril de 2007

UN PRIMER TRAYECTO. MI APRENDIZAJE DE LENGUAS

Recuerdo cómo pretendía cantar inglés cuando era niña y tarareaba simulando utilizar esa lengua, aún cuando no sabía ni una palabra...
Creo que desde mi infancia tuve la conciencia de que aprendería a hablar inglés cuando fuera mayor, bueno eso suponía porque en el programa oficial de la escuela obligatoria, se empieza a instruir a partir de los once años... a mí se me hacía una eternidad, porque como yo veía a mi hermana tomar sus clases en la secundaria, moría por empezar a tomarlas. Tuve que esperar mi turno, sin embargo, cuando llegó ese momento me sentí muy dececpionada. Esas primeras clases eran malísimas y no aprendí mas que a decir mi nombre, dónde vivía y a señalar cosas... la fortuna la tuve cuando al año siguiente me cambiaron a la escuela privada y ahí priorizaban muchísimo su enseñanza, inclusive, creo que esas clases eran mejor que las de español. Aunque con métodos muy tradicionales, aprendí los tiempos verbales, escuché canciones, hicimos representaciones, exposiciones, escribimos planas y más planas de repeticiones del vocabulario y aprobamos eternos dictados del mismo, pero aún así aprendí muchísimo, por lo menos sentía que hacía algo real. No olvido como hacíamos composiciones por temáticas sin mayores reflexiones y cómo aprendíamos las canciones sin entender qué decían, sin embargo, creo que ése primer acercamiento en la secundaria fue cuando descubrí que, tal vez, en algún momento de mi vida podría comunicarme en una lengua diferente a la que me habían enseñado mis papás.
En la preparatoria seguí con el mismo método y empecé las clases de francés, creo que al igual que el inglés, me emocionaba muchísimo la idea de aprender pero mi decepción estuvo cuando la maestra, una mexicana con aires de grandeza por hablar francés se burlaba de nuestra pronunciación... decidí dejar la clase y finalmente me suspendieron, por supuesto, mi mamá le puso remedio a la situación y me envió a clases particulares a la Alianza Francesa. Ahí conocí a otras chicas y en realidad, la clase era una gran fiesta, sin embargo, en ese tiempo decidí que quería aprender francés y continué con los cursos por tres años más, por supuesto, en la prepa yo ya era bastante apreciada por aquella profesora molesta y ahora se quejaba de sus alumnos conmigo (curiosa la vida).
En la universidad dejé las clases de francés porque tuve que hacer un prerrequisito de inglés ya que mi escuela, al ser particular también, requería de un nivel que yo no tenía. Hice dos cursos maratónicos de 4 hrs seguidas los sábados y en el verano 4 hrs diarias, una verdadera pesadilla que me hizo jurar que no volvería a tomar una clase de inglés. Todo era trabajar con el libro y los cassettes, prácticar con exámenes parecidos a los que nos harían y pensar de qué manera los responderíamos. En ése momento veía al francés como un gusto y al inglés como una obligación, de manera que volví a mis clases de francés y luego me fuí a Dijon, Francia a tomar un curso más. Lo curioso fue que como viví en una residencia internacional de estudiantes lo que más practiqué fue el inglés y el francés se quedó de lado. Recuerdo que mi profesora era muy amable y aunque seguía al pie de la letra el libro de texto, me despertó un gusto por la clase, además ella me tenía simpatía porque mi pronunciación era muy diferente a la de los otros alumnos: japoneses, chinos y daneses.
Esperé unos años para volver a mis clases de francés, creo que tenía pánico a los exámenes de certificación. Finalmente, volví a la Alianza Francesa para recordar algunas cosas y sin duda, mi valoración de las clases y de los métodos de estudio fueron mucho más críticas y analíticas, ya que en ése momento ya trabajaba en el Diseño Curricular de los programas de español para educación básica y mis amigas del trabajo eran las que diseñaban los programas de inglés y francés como L2 para educación secundaria. En ése tiempo hablábamos mucho sobre la adquisición de L2 y los problemas en ése ámbito.
Considero que mi estudio de los métodos de enseñanza me ha ayudado a ser más conciente y analítica de las clases que tengo actualmente. Cuando tomé mi curso de catalán no pude dejar de ser crítica del desarrollo de secuencias didácticas, la planeación de las clases, formas de evaluación, referencias a conocimientos previos, etc.
De igual manera, creo que eso me ayudará en el momento en que pueda volver a las aulas para trabajar como profesora de español como lengua materna.

1 comentario:

Gilmar Ayala Meneses dijo...

Es triste cuando un profesor termina con la motivación de un alumno por aprender una lengua. Pero, ya veo que la suerte para esa profesora no fue total. Ya años más tarde tuviste la oportunidad de estar como alumno de intercambio en Francia.