viernes, 1 de junio de 2007

¡LA HORA DE LA VERDAD HA LLEGADO, EL EXAMEN ESTÁ AQUÍ!


“La evaluación del escrito debe basarse en tareas cuyos objetivos comunicativos sean apropiados para el sujeto evaluado. Las tareas deben tener contextos claros y comprensibles para los estudiantes.” Cassany, Daniel
Hablar de exámenes me causa un enorme conflicto... sin duda, los momentos de mayor tensión en mi vida se han relacionado con ellos.
No sé si se trata de inseguridad personal derivada de la niñez y la juventud, pero el tema "exámenes" aún me causa una sensación de nervios. Cuando era más pequeña la relación automática con este tema era exámenes= etiqueta de "capaz" o "incapaz", lo agradable del asunto es comprobar que un examen no es la única evidencia para demostrar que se ha aprendido o que se ha alcanzado un objetivo de aprendizaje.
Ahora, después de 27 años cuando tomo un curso en donde me dicen que mi desempeño se evaluará con un solo examen, me queda una sensación de espanto y hasta de molestia... ¿todo el trabajo ceñido a un momento?
Creo que a lo largo de mi vida como estudiante, las evaluaciones que me han dejado más tranquila son las de aprendizaje de lenguas. En la secundaria y en el bachillerato dividían en tres días las evaluciones de inglés y francés: un día para el writting (hacer un ensayo con una temática y extensión definida), el de speaking (hablar sobre una temática definida o preparar algún diálogo en el marco de una situación) y el de grammar (como su nombre lo indica eran reflexiones gramaticales); las dos primeras evaluaciones tenían una duración de 50 mins., mientras que la última era de 100. En lo personal, esta metodología era la que me dejaba más tranquila, ya que así sabía que dos de tres evaluaciones me serían más fáciles y hasta relajadas (speaking and writting), podía echar mano de mis experiencias y evidenciar mis puntos de vista, mientras que en la gramática no había para dónde irse: o estudiar estructuras o estudiar estructuras ... éste último era el que más me costaba trabajo.
Las evaluaciones de lenguas nunca me han sido estresantes, bueno, cuando había de por medio una certificación como el TOEFL o el DELF, hasta el ambiente era diferente ya que aunque seguían la misma metodología, la formalidad de la evaluación y el alcance de un certificado cambia la actitud de los estudiantes y en realidad, vuelve la sensación de "aprobé o no aprobé".
Creo que en mi percepción de exámenes pesadillosos no están los que se relacionan con el estudio de lenguas y sí con los de ciencias exactas.
Hablando con amigos con los que cursé el bachillerato, hemos coincidido que ni en nuestros exámanes profesionales de licenciatura, ni en nuestros andares como profesionistas en los que hemos dado conferencias, presentaciones o talleres, hemos sentido tanta tensión como cuando presentamos exámenes de física, cálculo y química. Recuerdo que su duración era de cuatro a cinco hrs. Al entrar, nos revisaban las manos para verificar que no teníamos acordeones (chuletas) y nos borraban las memorias de las calculadoras. El espacio donde los llevábamos a cabo variaba, si teníamos un buen promedio nos tocaba estar en aula, si no, en un patio con unas filas interminables de sillas y con cinco o seis maestros situados a lo largo del patio verificando que nadie copiara. El examen consistía en ocho o nueve problemas escritos en dos folios y como diez folios limpios para contestarlos. Creo que esa sensación de estrés, del silencio que se generaba es algo que aún en mis sueños tengo presente, de verdad que salía exhausta y con el azúcar de mi cuerpo en un nivel muy bajo.
Evaluaciones curiosas para contar he tenido varias. En una ocasión una profesora de la licenciatura que nos impartía Modelos Literarios Medievales nos pidió que a partir de nuestros conocimientos sobre la asignatura, creáramos una historia en la que dialogaran dos personajes de los temas revisados, éstos podían ser dos autores, dos personajes de las obras o dos personajes históricos que hubieran pertenecido a un momento determinado. En la historia debíamos incorporar ciertos elementos que nos había marcado la profesora y que eran relevantes en el estudio de la asignatura, debíamos redactar estas historias en verso o con un tono narrativo específico, sin duda, las producciones eran muy peculiares y algunas muy creativa.

Otra evaluación que fue muy diferente a las que había llevado a cabo fue la que hice el trimestre pasado en Lingüística Computacional. Revisar el examen colgado en el Moodle, hacer los programas, revisar que compilaran y enviarlos al profesor en un archivo en un periodo de dos horas es una situación que, sin duda, me generó mucho estrés.

jueves, 17 de mayo de 2007

¡Aprendizaje exprés!

Sin duda, si hubieran anunciado las clases que a continuación reseñaré, el slogan tendría que ser: ¡aprenda inglés en poco tiempo o muera en el intento!, ¡inglés sin límites... sin límites de tiempo y de piedad para los alumnos!

Hace algunos años en mi andar como universitaria tuve la necesidad de tomar dos cursos de inglés para obtener el prerrequisito de inglés que la universidad me solicitaba. Decidí tomar los que ofertaba la misma institución, ya que había cierta garantía de obtener la acreditación necesaria. El primer curso lo tomé en un periodo de cuatro meses, tomando 4 hrs. todos los sábados. Yo no sé si porque era sábado y crecí con la idea de que los sábados no vas a la escuela, pero el curso se me hizo sumamente pesado. La sesión se organizaba en dos horas, un receso y otras dos horas de trabajo. Recuerdo que todo era muy esquematizado, es decir, en la primera parte repasabamos cosas de gramática y luego hacíamos actividades de lectura. En las siguientes dos horas hacíamos algunas actividades de interacción oral (las cuales eran sumamente forzadas, ya que se hacía exactamente lo que el manual marcaba y todos los estudiantes se mostraban sumamente apáticos... sin duda, el día que terminaron me sentí sumamente feliz.... no por lo aprendido, sino porque había terminado el curso con una buena nota y porque sólo me faltaría un curso para obtener el prerequisito.

La segunda parte de la pesadilla consistió en el segundo curso en forma de curso de verano, enfocado en la preparación para la obtención del TOEFL. Estas clases las tomé a lo largo de un mes y medio en la misma institución.

Con una dotación de 4 hrs diarias con una estructura de clase similar a la que describí previamente y con una metodología regida por el manual para preparación del TOEFL pasé un verano realmente innolvidable... recuerdo que desde el primer día, la profesora se excusó de la metodología del curso diciendo: ¡este curso tiene como objetivo que pasen el examen, por lo que las actividades se harán tal cual lo marca el manual!

Recuerdo que el ambiente de tensión, flojera y aburrimiento prevalecieron a lo largo del curso. De hecho, creo que todo el mundo contaba cuántas inasistencias podíamos tener para evitarnos la pena de asistir...
Después de ese curso decidí no volver a tomar clases de inglés... lo optimista del asunto es que la lengua no sólo se enseña en estos lugares...
Creo que es sumamente importante mantener cierta frecuencia en el aprendizaje de lenguas, es decir, tomar de dos a tres sesiones semanales y, de ser posible, asistir diariamente.
Considero que no es muy pertinente tomar en una sola sesión más de 3 hrs de clase, ya que el aprendizaje logrado en este tiempo se pierde o se olvida para la próxima sesión si el alumno no tiene la disposición de retomarlo o reflexionarlo a lo largo de toda la semana, creo que puede representar un problema de continuidad en el trabajo del enseñante, ya que tardará más tiempo retomando lo de la clase anterior y haciendo nuevos planteamientos. Además, considero que si no existe una buena planeación por parte de los docentes, estas sesiones terminan por cansar a los alumnos, quienes pueden relacionar esta sensación con su experiencia con la lengua que adquieren y predisponerse ante su aprendizaje.
Por otro lado, reflexionando en cuanto al mejor horario para tomar clases de lenguas, considero que esta es una reflexiòn personal, ya que para muchos adultos y debido a sus ocupaciones, les es más sencillo asistir o muy temprano o muy tarde, pero ninguna de esas situaciones garantiza un aprendizaje, considero que eso depende de la actitud de cada estudiante. En el caso de los pequeños escolares, me atrevería a expresar que es más conviente (en el caso de la educación obligatoria) que tomen sus clases de forma diaria y en las primeras horas de la mañana.

¡Dejemos las bancas a un lado!

Esta reflexión me hizo volver a mis años mozos cuando asistía a la primaria... recuerdo que en aquél tiempo la promoción a la lectura y las bibliotecas de aula eran una novedad en el ámbito educativo. Recuerdo qué tan feliz me hacía ir los viernes a la escuela, recuerdo que las dos últimas horas estaban dedicadas a explorar los materiales del "Rincón de lecturas" y leer los textos que más nos gustabaran, ¡de verdad que eso era motivante!... lamentablemente, creo que esta rica sensación no la he vuelto a experimentar, sin embargo, creo que lo más parecido ha sido en la Alianza Francesa de mi ciudad. Recuerdo que esta sucursal de la Alianza estaba localizada en un parque cerca de mi casa. El centro se conformaba por dos aulas y un lavabo. Al interior de cada aula se encontraban las bancas (que no estaban fijas), una pizarra al frente y unos libreros al frente. La decoración consistía en un mapa de Francia y algunas imágenes de francoparlantes. Sin duda, el mayor atractivo se centraba en la vista al parque que se podía tener desde las grandes ventanas del salón. Creo que mucho de mi aprendizaje se debe al entorno donde tomaba clase... muy agradable. Por las dimensiones del espacio y el número de alumnos (población de 5 alumnos de mi edad), el trabajo en equipo y la interacción se podía llevar muy bien. El espacio era muy agradable, aunque las prácticas docentes eran un poco tradicionalistas y algunas actividades llegaban a ser monótonas y poco alentadoras, esas actividades donde teníamos que pasar a la pizarra a contestar alguna pregunta específica, eran prácticas casi automáticas.

jueves, 3 de mayo de 2007

El conductismo: ¿la teoría más conocida y más recurrida por los profesores de L1?


Hace algunos años tuve la oportunidad de entrevistar a alumnos de secundaria sobre la implementación de una reforma curricular para el estudio de español (como L1) . El objeto de nuestra investigación era conocer algunas prácticas docentes con las que se enseñaba la asignatura y analizar si éstas se desarrollaban en congruencia con el enfoque comunicativo.

Las respuestas de los alumnos no me sorprendieron, lo que sí llamó mi atención fue su espontaneidad y sinceridad al responder sobre el trabajo al interior del aula y su percepción de estas actividades. Los alumnos no tuvieron recato al decir que la mayor parte del tiempo escribían lo que sus docentes les dictaban del libro de texto y que toda la clase se la pasaban copiando textos de cartulinas con resúmenes de los temas, mientras que los docentes revisaban las tareas de los alumnos. Lo curioso del asunto fue que al entrevistar a los profesores, obtuvimos información diferente, es decir, nos comentaron que ellos desarrollaban proyectos didácticos en donde los alumnos interactuaban y reflexionaban de forma oral y escrita sobre el uso de la lengua en situaciones comunicativas distintas (esto parece una cita de los objetivos que persiguen los nuevos programas de estudios). Se cansaron de mencionar que tenían mucho éxito en sus clases y que se notaba un progreso en sus alumnos por la interacción que desarrollaban al interior del aula. Afirmaron en repetidas ocasiones que el desarrollo de secuencias didácticas para el manejo de recursos gramaticales eran los únicos momentos en los que exponían alguna información, pero que la reflexión se daba por parte de los alumnos y se reflejaba en la elaboración de productos (orales y escritos). Cabe mencionar que esta situación que no fue del todo cierta, ya que al revisar los productos de los alumnos y los cuadernos de apuntes, percibimos que habían sido dictados u obtenidos de una misma fuente, casi de forma textual.

Cuando volvimos a preguntar a los alumnos sobre sus expectativas de aprendizaje en la asignatura y sobre lo que realmente habían aprendido, su respuesta fue contundente: ¡hemos aprendido a usar el español porque es algo que necesitamos para la vida!

Triste realidad... a veces los profesores creen que enseñan bajo algunas teorías psicológicas, o por lo menos, se enganchan con los términos "constructivismo" y su trabajo diario refleja lo contrario de lo que la teoría propone y lo que sí es un hecho es que los alumnos perciben una fragmentación entre el español que se enseña en las aulas con el que ellos utilizan fuera de la escuela.

Más allá de esta crítica, existen algunas situaciones que no cambian... a quince años de distancia y con otros programas de estudios como referencia, mi experiencia como estudiante no cambió en relación con la de los alumnos entrevistados. Si bien recuerdo, mi trabajo en la clase de español consistía en memorizar las reglas ortográficas y sintácticas, aprender nociones e identificar ejemplos de oraciones, sin embargo, creo que nunca hice un buen análisis de las oraciones ni del contexto en el que aparecían. Aún tengo la percepción de que todo implicaba una memorización, al fin y al cabo, los exámenes eran de opción múltiple y en realidad yo no tenía que opinar mucho sobre el tema.

Por el contrario, mis clases de inglés y francés estaban llenas de secuencias en donde nos ubicaban en un contexto y nos enseñaban el vocabulario a trabajar, hacíamos actividades de lectura y escritura a partir de ejemplos que nos ponían en los libros de texto y en ocasiones trabajábamos con secuencias de roles o imitación a partir de las situaciones que nos planteaban en el libro. En mi criterio, lo divertido de estas clases era dar dieran rienda suelta a la imaginación y usar, aunque fuera con dificultad, la L2.

Ahora hago una reflexión, de primera impresión parece que este tipo de prácticas responden al seguimiento de una teoría entre constructivista y conductista, pero mi pregunta es: ¿qué tan constructivista o conductista pueden ser estas prácticas cuando el profesor sigue al pie de la letra lo que los libros de texto y los métodos de enseñanza, que alguien más designó, marcan?

jueves, 26 de abril de 2007

Análisis, interacción y reflexión.

Sin duda, creo que los años que tengo como estudiante y enseñante de lenguas me ayudan a reflexionar sobre el desarrollo de las clases...
Cuando llegué a Barcelona y empecé las clases de catalán, me sentí muy cómoda con la metodología empleada a lo largo del curso. El aprender esta lengua por primera ocasión y, sin tener mayor referente sobre ella, resultaba para mí una experiencia no sólo de aprendizaje de la lengua, sino de la efectividad de la clase, del desempeño de la docente y de la metodología empleada.
Debo confesar que en mis últimos cursos de francés o inglés que tenían como metodología a la lingüística textual, me resultaban mucho más atractivos que los relacionados con la lingüística tradicional que tuve en mi primer acercamiento con estas lenguas. En esta clase de catalán me sentí muy satisfecha con el desarrollo del curso y con los resultados obtenidos a través del seguimiento del enfoque comunicativo. Todas y cada una de las sesiones se realizaron con una planeación previa (por parte de la docente) y se propició un ambiente donde la interacción con los compañeros y la reflexión sobre la lengua en el marco extraescolar fue fundamental para el desarrollo de la clase.
Las tres horas que teníamos por sesión eran muy ágiles y reforzaban el uso de aspectos gramaticales través del trabajo de prácticas de lectura, escritura e interacción oral.

¿Qué teorías lingüísticas he experimentado como estudiante de lenguas?

Empiezo esta intervención con un juicio en el que a lo mejor muchos de mis contemporáneos y paisanos no están de acuerdo, sin embargo, me gustaría ponerlo a su consideración.
Es curioso observar cómo aunque la investigación en el terreno de enseñanza de lenguas ha sido muy rica en los últimos años, personas como yo (que aún no llegamos a la tercera década de edad), que hemos tenido el castellano como lengua materna y vivimos en un país donde se habla ésta como lengua oficial, podemos mencionar con tristeza, que nuestro aprendizaje de lenguas (por lo menos de lengua materna en el marco escolar) estuvo plagado de prácticas tradicionalistas.
Es decir, mientras la enseñanza del español se relacionaba con un enfoque vinculado a la lingüística estructuralista (metodología que trataba de implementar la Secretaría de Educación Pública a través de los programas de estudio y programas de formación de docentes), en realidad, terminaba por ser tradicionalista. Los maestros se encargaban de tomar sus libros de texto y repetir al pie de la letra las secuencias que marcaca el libro y ellos, se encargaban de que nosotros memorizáramos lo aprendido en clase. Se priorizaba el manejo de nociones, el reconocimiento de aspectos de la lengua de forma desvinculada y fuera de contextos reales. Prácticas como el dictado de palabras aisladas, identificación de partes de una oración, lectura de rapidez y prácticas de caligrafía eran el pan de todos los días.
Por el contrario, la enseñanza de segundas lenguas (por lo menos las que se adquirían en situaciones extraescolares, es decir, en academias o institutos particulares) diferían muchísimo de las primeras, ya que en su propósito por relacionarnos con la lengua, buscaban en todo momento, que habláramos, leyéramos y que escucháramos en la segunda lengua. Su metodología era una combinación entre gramática tradicional y la lingüística textual.
Era muy curioso observar cómo en muchas clases de inglés o francés nos llevaban canciones, grabaciones de programas de televisión y revistas viejísimas, sin embargo, creo que mis primeros recuerdos de estas clases se relacionan con una experiencia de uso más que de memorización. Propiciaban el debate y trataban de entablar una comunicación entre los alumnos.

lunes, 16 de abril de 2007

UN POCO DE MÍ...

Antes de empezar a leer este blog, me gustaría que supieran un poco más de mí. Me llamo Laura García Valero. Soy mexicana y tengo 27 años, bueno, casi le llego a los 28. Actualmente estudio el Máster en Lingüística y aplicaciones tecnológicas, de hecho, estoy en el último trimestre. Espero inscribirme al Doctorado en Comunicación Multilingüe y continuar con el proyecto que he previsto para el Máster.
Estudié la Licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y, posteriormente hice un Máster a distancia en Edición de textos en la Universidad de Salamanca, España. He trabajado como profesora de español en bachillerato y secundaria pública. He participado en tareas de diseño curricular, formación de docentes y elaboración de materiales relacionados con su formación. Mis intereses se centran en la adquisición del lenguaje (L1) y manejo de las TIC en el ámbito escolar. Elaboración de materiales didácticos relacionados con la producción y revisión de textos y con la lectura de textos literarios en el contexto escolar. Edición de textos de literatura infantil y juvenil.